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George W. Carver "De Esclavo a Científico"

Foto del escritor: Oscar E. Santos A.Oscar E. Santos A.


George Washington Carver (Diamond, 1864 - Tuskegee, 1943)

George W. Carver esperó de pie, frente a la clase, mientras sus alumnos se sentaban. Cuando al final se hizo la calma y el aula quedó en silencio, sacó un montón de cuerdas anudadas y enredadas y preguntó: “¿Ven esto? Pues a esto se parece la ignorancia”. Luego se llevó la mano al bolsillo y sacó un ovillo de cuerda cuidadosamente enrollado. “En cambio – dijo poniendo gran énfasis –, a esto se parece la inteligencia”. Varios estudiantes asintieron. Llevaban con George el tiempo suficiente como para saber a qué se refería. Todo el mundo sabe algo; la mayoría de la gente sabe un montón de cosas. Pero solo consigue tener éxito en la vida aquel que acierta a organizar su conocimiento. George trataba de demostrar esta verdad a sus alumnos mediante sus métodos de enseñanza. Por ejemplo, las universidades enseñaban botánica exponiendo distintos temas aislados, desconectados, como si no tuvieran relación los unos con los otros. George creía que en la naturaleza todo esta interconectado de alguna forma. Cuando enseñaba botánica, intentaba mostrar los vínculos que hay entre las cosas. Pronto se extendió la noticia de su insólito método de enseñanza y mucha gente empezó a venir a él.


Sin importar lo ocupado que estuviese atendiendo a visitantes extranjeros y enseñando a estudiantes y granjeros pobres, conservó la costumbre de salir a dar un paseo antes del amanecer. Cuando un estudiante le preguntó porque lo hacía, George respondió: “Nada es más bello que el encanto de los bosques antes del amanecer. En ningún otro momento tengo una comprensión tan clara de lo que Dios desea hacer conmigo como en estas horas de la madrugada. Mientras los demás todavía duermen, oigo mejor a Dios y descubro su plan”.


Foto "Amanecer" por Rocío Orellana (Pueden ver más de sus creaciones fotográficas en su cuenta de Instagram en @madee_orellana

Doctor en plantas medicinales

George Washington Carver, renombrado inventor y científico afroamericano, a finales del siglo XIX y principios del XX (1861-1943), se dedicó a servir al Gran Creador en la apasionada búsqueda de sus sueños. Mientras muchos científicos de aquella época (y aun del presente) pensaban que la fe y la ciencia no podían yuxtaponerse, Carver las consideró inseparables; su estudio y su descubrimiento del mundo natural fueron para él modalidades de conocer a Dios de una manera más profunda.

Como dijo el propio Carver: “La naturaleza y sus variadas formas son ventanillas por las cuales Dios me permite tener comunión con Él y contemplar parte de su gloria, majestad y poder, con tan solo levantar la cortina y mirar hacia dentro”. George, desde temprana edad, mostró tanto interés por las plantas y tanto talento por conservarlas vivas que fue apodado el “doctor en plantas medicinales”. Los granjeros de muchos kilómetros alrededor le traían plantas para hacerlas revivir. En su adolescencia, las preguntas de Carver sobre el mundo natural no hicieron más que aumentar y se lanzó por sí mismo a la búsqueda de conocimiento.


Foto por @madee_orellana

Hablando de su infancia Carver dice: “Yo quería saber el nombre de cada piedra, flor, insecto, pájaro y bestia. Quería saber cómo obtuvo su color, como recibió vida, pero no encontraba a nadie que me lo explicara”.


Sobre todo obstáculo

George tuvo que hacer frente a muchos obstáculos. Nació esclavo durante la Guerra Civil y se quedó huérfano cuando aún era bebé; le fue denegada la admisión a escuelas por causa de su color de piel; fue testigo de ataques; soportó palizas por motivos raciales y tuvo que afrontar odio constante y desconfianza perpetua, dificultades que podrían haberle obligado a abandonar su pasión. Pero George afrontó cada derrota como una oportunidad para aprender. Su tenacidad y su creatividad para salvar barreras, con el apoyo de unos pocos tutores, le ayudaron a legar a su destino. George empezó a trabajar como profesor en el Instituto Tuskegee, de Alabama, colegio donde se educaban antiguos esclavos. A medida que aumentaba su fama recibía ofertas de trabajo con subidas espectaculares de sueldo, pero optó por quedarse en Tuskegee. La influencia de Carver se extendió a muchos lugares. Además de aconsejar espiritual y académicamente a sus alumnos, Carver se comprometió a ayudar a los sufridos campesinos del sur. Muchos problemas aquejaban a la agricultura sureña. Dependía por completo de las cosechas de algodón. Además, el gorgojo del algodón, insecto temible, había llegado procedente de México. George vio en aquel azote una oportunidad perfecta para introducir nuevos cultivos. Pasaba mucho tiempo trabajando en su laboratorio en busca de aplicaciones prácticas para los nuevos cultivos.

Publicaba “boletines trípticos”, en los que daba a conocer los productos cuyas plantas animaba a los granjeros a cultivar, para ayudarles a sacar el máximo rendimiento de sus cosechas. Los boletines incluían consejos prácticos a los agricultores, recetas y otras aplicaciones concretas de los productos recolectados, para sus esposas, e información científica acerca de las plantas, para los centenares de técnicos agrícolas que se graduaban en Tuskegee. A través de la callada y persistente influencia de Carver, los métodos agrícolas empezaron a cambiar en el sur, y muchas organizaciones de todo el país acudieron a recabar información acerca de sus métodos y su sabiduría. Finalmente, la obra y la influencia de Carver alcanzaron los más altos niveles científicos y administrativos, y se extendieron por todo el mundo. Entre otros honores, Carver fue llamado a testificar ante el Congreso, recibió al presidente Theodore Roosevelt en Tuskegee y mostró a funcionarios africanos y de la Unión Soviética sus métodos de cultivo.


La ciencia y Dios

Cada una de esas oportunidades suponían para George una ocasión para compartir su amor a Dios. Él deseaba particularmente que aquellos en quienes influía aprovecharan la naturaleza que les rodeaba para llegar a conocer a su Creador. “A los que no han conocido el secreto de la verdadera felicidad, que consiste en el gozo de entablar una relación con el Hacedor de todas las cosas, les aconsejo que se pongan a estudiar las pequeñas cosas que hay a la puerta de sus patios”.


Foto por @madee_orellana


George fue uno de los primeros defensores de la agricultura sostenible y de las técnicas de fertilización orgánica, y además, dio a conocer centenares de aplicaciones de productos derivados del cacahuate, la batata, la pacana y la arcilla. En su vida practicó aquello que le gustaba afirmar: “Ninguna persona tiene derecho a venir a este mundo y salir de el sin dejar tras sí razones claras y legítimas que justifiquen el haber pasado por aquí”.







Tomado de “Vidas con Legado – De Esclavo a Científico, la vida de George Washington Carver” por Janet & Geoff Benge

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