
David había concluido la obra del embalse. El agua, que ahora fluía hasta el pueblo, mejoró la comunidad. Hasta entonces, sus habitantes sobrevivían, y dependían de las lluvias estacionales para poder tener una cosecha al año. Si las lluvias se retrasaban, no había cosecha. Ahora, podían recolectar dos cosechas al año. Pero a David seguía preocupándole la pobreza de la comunidad, se dio cuenta de que los indonesios trabajaban duro. Lo que ocurría es que nacían en la pobreza y no tenían oportunidad de librarse de ella. Esto sucedía porque la gente no era propietaria de las tierras, sino que eran solo granjeros arrendatarios, obligados a entregar la mayor parte de sus cosechas al terrateniente, en compensación por cultivar la tierra. Para subsistir, los granjeros pedían dinero prestado a los terratenientes, quienes les cobraban un porcentaje mayor de la cosecha. Con el tiempo, esto se transformaba en una inmensa deuda que pasaba de generación en generación.
Un día, David se encontró con Ketut Suwira, quien le comentó que su mujer estaba embarazada. David pensó inmediatamente en la deuda que aquel niño heredaría y le preguntó: “¿Qué podrías hacer en tu tiempo libre para ganar más dinero?” Ketut pensó y respondió: “Mi esposa cose muy bien”. Él habló con David acerca de las cosas que su esposa cosía y también le comentó que le vendría bien tener una nueva máquina. Ambos trazaron un plan. David compraría la máquina para confeccionar vestidos, Ketut los vendería. “Solamente te pongo una condición. No te voy a dar el dinero, sino que te lo voy a prestar. Puedes devolvérmelo poco a poco”. Ketut estuvo de acuerdo, y poco después su mujer cosía vestidos que él vendía. Durante los años de vacas flacas ya no tendría que depender de los préstamos. Poco tiempo después, Ketut logró devolver el dinero.
La dignidad y el potencial de los pobres
Comenzando con un puesto alquilado de perros calientes a la temprana edad de 15 años, el empresario australiano David Bussau dio pronto muestras de su aptitud para los negocios. Quince negocios después, a los 35 años, se retiró de una empresa de construcción multimillonaria, habiendo alcanzado lo que él llama la “economía del ya basta”. Después de ayudar en una remota aldea indonesia, tras un terremoto, y de constatar que la construcción de infraestructuras como escuelas, puentes y carreteras no iba a quebrar el ciclo de pobreza de la comunidad, Bussau volcó sus dones al servicio de una sociedad que combate la pobreza desde la raíz.
Es cofundador de Opportunity International, organización que proporciona pequeños préstamos a emprendedores de 27 países emergentes. Actualmente, los préstamos del pionero Bussau a la microempresa son un excelente medio a través del cual Dios actúa para ayudar a los pobres de una manera que respete su dignidad. Muchas agencias humanitarias cristianas ofrecen hoy planes que permiten a gentes de países subdesarrollados recibir pequeños préstamos para iniciar o expandir un negocio. Los microcréditos son devueltos en el tiempo estipulado el 95 por ciento de las veces y sirven para crear una amplia variedad de negocios y a partir de ahí desarrollar miles de poblaciones. Bussau, cristiano comprometido, se propuso la meta de administrar recursos para beneficiar a otros. Él contempla la creación de riqueza como un aspecto crítico de la mayordomía. Con el desarrollo del microcrédito, él y otros emprendedores están desafiando el modelo de desarrollo convencional de redistribución de la riqueza y creando bienestar de manera responsable.
Un ejemplo a una sociedad secular
En el año 2006, se le concedió a David otro honor, cuando un 24 de enero fue invitado a pronunciar el discurso del Día de Australia. Cada año por esa fecha, solía invitarse a un australiano eminente a que se dirigiera a la población y compartiese su perspectiva respecto a la identidad de la nación y los desafíos a los que se enfrentaba la sociedad australiana. Su discurso fue transmitido en directo para todo el país. David escogió como tema, “Una nación dadora”. En su discurso desafió a los australianos a meditar en quienes eran como nación, a examinar su lugar en el mundo y, sobre todo, a considerar como hacer de Australia un país que dejase huella. Terminó sus palabras diciendo: “Hay una parte de nosotros que ha sido diseñada para ayudar a los demás. Encuentren esa parte. Denle espacio en sus vidas. Es probable que no se transforme en la totalidad de sus vidas, pero les garantizo que cuando lleguen al final de su camino, se alegrarán de haberlo hecho. Los propietarios creativos de pequeños negocios representan la fuerza vital de una comunidad, y esto aún más verdad en los países desarrollados. Nuestro desafío consiste en liberar el increíble potencial que hay en los seres humanos, para permitirles expresar toda su creatividad e iniciativa”. David Bussau había dedicado los últimos treinta años de su vida a hacer precisamente eso, trabajar para ayudar a la gente a liberar todo el potencial que albergaban en su interior, potencial que podía ayudarles a liberarse incluso de la pobreza más extrema.
Liberalitas versus Caritas
Cristo vino a un mundo en el que la compasión y la misericordia eran consideradas signos de debilidad, a los pobres y necesitados no les iba mejor en otras sociedades que no conocían el evangelio. Y aún hoy, en general en el rico mundo occidental, no se percibe como una responsabilidad individual ayudar al pobre. En vivo contraste, toda la vida de Jesucristo podría calificarse de entrega a los pobres. Ábrase cualquier página del Nuevo Testamento y se apreciará la evidencia. A diferencia del mundo grecorromano circundante, que practicaba liberalitas dádiva para agradar a un receptor de quién se esperaba devolviera más tarde el favor recibido. La iglesia primitiva practicaba caritas, y se entregaba a satisfacer necesidades físicas y económicas del prójimo sin esperar nada a cambio. De esta manera, los primeros cristianos encarnaron su forma de entender el ágape, esa bella palabra del Nuevo Testamento que expresa el amor de Dios por el hombre, contenido en la vida de su Hijo. El verdadero ágape siempre da sin esperar nada a cambio; siempre pone el valor en el receptor. La Iglesia cristiana debe exhibir una historia admirable de servicio al pobre y al necesitado por todo el mundo.
Tomado de Vida con Legado “El empresario de los pobres” – La Vida de David Bussau – Janet & Geoff Benge
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